“En cuanto a ustedes, cada cabello de su cabeza está contado” (Mateo 10:30, NTV)

¿Cuán preocupado puede estar Dios por las cosas aparentemente insignificantes que ocurren en tu vida? Aunque parezca increíble, el Rey del universo está al tanto de todo, como ilustra la siguiente experiencia de Ellen G. White.

En cierta ocasión una chica que vivía en la casa de Ellen White pasó por el dormitorio de la profetisa y quedó encantada con una redecilla para el pelo. Creyendo que nadie se daría cuenta, decidió tomarla y esconderla en un baúl. ¡Qué sorpresa se llevó cuando Ellen salió a buscar la prenda que le mantenía el cabello peinado y ordenado! Después de todo, ser profetisa no era motivo para andar desaliñada.

Esa noche, la señora White reunió a los jóvenes y les preguntó por la redecilla. Los chicos se miraban de reojo, lucían perturbados, pero nadie dijo ni siquiera una palabra. Al día siguiente, Dios, que conocía muy bien cuán significativa era la redecilla para su sierva, envión un ángel para que le revelara a Ellen el lugar exacto donde se hallaba la prenda. ¡Increíble, Jesús pone en movimiento a un ángel por una simple redecilla! Esto trae a mi mente un episodio de la vida de Eliseo, cuando el profeta salió a buscar madera con un grupo de hombres y, mientras talaban los árboles, el hacha de uno de ellos cayó al río. El pobre hombre, desesperado, gritó: “¡Esa hacha era prestada!” (2 Reyes 6:5). Dios, a través del profeta, realizó un milagro para rescatar el hacha de aquel leñador (vers. 6,7).

Estas dos experiencias confirman que Jesús se interesa por todo lo que sucede en tu vida. El Dios que lleva la cuenta exacta de cada hebra de tus cabellos sabe qué te preocupa; está pendiente de ese examen que te quita el sueño; del dolor que te ha provocado esa relación amorosa. El Salmista asegura que Dios recoge cada una de tus lágrimas y las tiene anotadas en su libro (Salmo 56:8).

¿Qué te preocupa? ¿Qué te está quitando el sueño? No importa cuán sencillo sea tu problema, ¡Dios está al tanto! Así que. Jóvenes, pongan en práctica el consejo de Pedro: “Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes” (1 Pedro 5:7).






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